miércoles, 16 de mayo de 2012

Mi pueblito y María La Voz Por Víctor Cardona Galindo




 El Ticuí, con una población de alrededor de cinco mil habitantes, está ubicado a escasos tres minutos de Atoyac, su cabecera municipal. En el Ticuí por cada casa construida con cemento y varillas hay 10 de adobe y tejas. A mediados del siglo pasado los ticuiseños se sentían superiores a los habitantes de la ciudad de Atoyac, “indios” les llamaban, porque tenían la seguridad de que su población había sido fundada por españoles.
A decir verdad, este pueblo es el que tiene más familias de origen extranjero. Cerca del pequeño zócalo viven los Obé de raíces francesas, los Alonso de origen español y los Ludwig de ascendencia alemana.
El Ticuí fue el primer pueblo de la Costa Grande en tener energía eléctrica y su orgullo siempre ha sido la Fábrica de Hilados y Tejidos “Progreso del Sur Ticuí” instalada en 1904 por la firma española Fernández Quirós y Compañía. Esta factoría, de la que ahora sólo quedan las ruinas, fue entregada en 1938 por el presidente de la república Lázaro Cárdenas a los obreros que formaron la Cooperativa “David Flores Reynada”, la cual trajo progreso y desarrollo a la región. En ese tiempo El Ticuí suministró de energía eléctrica a la cabecera municipal.
En idioma ñuu savi (mixteco) “Ticuí” quiere decir agua. Los purépechas llaman Tinkui al correcaminos. El Ticuí es un pájaro de plumaje azul en el pecho con las alas y cola color  café, que habita en las selvas de Tabasco y Venezuela.
Cuando, el que esto escribe, cursaba tercero de secundaria dejaron de tarea investigar el nombre de nuestra comunidad y le fuimos a preguntar al adulto mayor más sabio del pueblo, en ese entonces don Antonio Galeana nos contestó que la palabra Ticuí significaba “lugar de pájaros”. Otro compañero comentó que su abuelito le aseguró que los españoles que fundaron la Fábrica de Hilados y Tejidos traían consigo un pájaro que se llamaba Ticuí,  querían tanto al ave que bautizaron con su nombre este lugar.
Eres tú lindo pueblito
Eres tú  pueblo bendito
donde yo nací.
Viejos pobladores de El Ticuí le informaron a doña Juventina Galeana Santiago, Doña Yuve  que “a los españoles que fundaron la fábrica les fascinó el canto del luicillo, el pájaro con alas cafés y pecho amarillo, por eso le pusieron Ticuí al pueblo. Aunque escuchando bien el canto el luicillo dice “Luis, Luis” por eso se llama luicillo. El pájaro que dice “ticuí, ticuí, ticuí” es el chicurro, al cual también se le conoce como garrapatero o Pijuy.
Octavio Navarrete Gorjón dice que “Ticuí” es la onomatopeya del sonido que produce el ave del mismo nombre: “En la mayor parte del país se le conoce como Ticuí  a ese pájaro que abunda en los establos y lugares donde hay animales y que se alimenta de garrapatas”. Aquí en la Costa Grande se le conoce como chicurro y en la Tierra Caliente como Chiscuaro. 
Aunque en estos parajes también había mucha ticuiricha (El tecolote albino), ave que no es otra que la lechuza a la que se le dan atributos de mal agüero.
Es, pues, innegable que el nombre de la comunidad de El Ticuí tiene que ver con pájaros y con agua. Algunos cronistas locales aseguran: “antes de que los españoles le cambiaran el nombre este pueblo se llamó Cuajinicuil”.
Eres tú mi encanto
que yo quiero tanto
por eso te canto.
Querido Ticuí.
Aunque yo en lo personal considero que no fueron los españoles fundadores de la fábrica los que bautizaron al pueblo. En El Ticuí había unas cuantas casitas de bajareque con techos de zoyate y casi junto estaba la cuadrilla del Cuajinicuil. Así que el Ticuí y el Cuajinicuil ya existían cuando llegaron los españoles de Fernández, Quiroz y Compañía. Concluyo esto por dos noticias publicadas en 1903. En el mes de octubre de ese año el Periódico Oficial del Estado de Guerrero informaba de la muerte de Felipe Hernández subcomisario del Cuajinicuil municipio de Atoyac por una mordedura de víbora. Y en diciembre del mismo año el mencionado medio informativo publicaba la noticia del hundimiento de la lancha “Perla” que llevaba material para la construcción de la Fábrica de Hilados que se construía en ese momento en El Ticuí, en el lugar conocido como El Real. Las noticias se referían a dos lugares distintos.
Tú eres en mi vida
la estrella divina
que cuando estoy lejos
me acuerdo de ti.
El Ticuí es un pueblo bonito rodeado de lomas, palmeras y de dos canales, aunque un tanto melancólico que ha inspirado muchas canciones como “Mi Pueblito” de Rubén Ríos Radilla (las estrofas que se presentan separadas corresponden a dicha canción) y “Veredita” una canción muy hermosa que don Wilfrido Fierro Armenta le compuso a la siempre estimada Antonia Chávez. Dichas melodías las hicieron famosas Los Brillantes de Costa Grande, grupo que a pesar de haber desaparecido sigue siendo orgullo musical de esta comunidad.
Otra melodía es “Ticuiseña” muy sonada en los años setentas y ochentas, muy rítmica y guapachosa, que emociona a todo aquel que esté enamorado de una ticuiseña y tenga que dejarla: “Yo ya me voy ticuiseña, llorando estarás, ticuiseña…” Ha de ser muy escuchada por los paisanos que están en los Estados Unidos, porque los vínculos que hay en Youtube de los Brillantes de Costa Grande son muy comentados.
Eres tú
quien tiene mi preferida
la que es dueña de mi vida
y tú la envuelves Ticuí.
Filiberto Méndez García en su libro Mis dos pueblos llama al Ticuí “el pueblito más pintoresco y bello de la región”, lugar donde vino al mundo el 8 de marzo de 1920. La primera impresión que se llevó Filiberto Méndez de la vida “llegó confundida por ese ensordecedor ruido de las máquinas textiles, por el traqueteo constante de las poleas y por la pelusa que se levantaba poco a poco hasta formar una espesa bruma, que para mí terminaba a la cinco de la tarde con el silbatazo que anunciaba la salida de los obreros”. Son los recuerdos de su infancia, cuando dormía en los telares de la fábrica.
Eres tú
un orgullo de mi costa
por tus tropicales pozas
para bañarse de ti.
El Ticuí es la tierra de María La Voz, a quien Juan de la Cabada le hizo un cuento. La voz que lloraba dentro de la casa y decía: “María si yo hubiera estado no te hubieran matado”.
María Sixta Gallardo Margara nació en El Ticuí. Una tarde jugando muñecas se le incrustó en el abdomen la voz de un hombre que la acompañó hasta la muerte. Era una mujer bravía. Le gustaba cabalgar. Con su marido tenían un ranchito donde ahora es la colonia Los Llanitos. A su esposo Eusebio Cabañas, hermano del general Pablo Cabañas, lo mataron los rurales en San Jerónimo.
Ella se mantenía dando consultas, adivinando y contestando con la voz que le salía de la barriga. Por eso le llamaban María, la Voz.
Tuvo seis hijos y cuando mataron a Eusebio ella se dedicó a sacarlos adelante. Como al mes de haber muerto su marido, un hombre la comenzó a enamorar; ella lo rechazó. Había periodos que la voz que tenía en el estómago salía de su cuerpo y no hablaba. En una ocasión la voz le dijo que sentía que si salía algo le iba a pasar. Y así iba a ser. En un momento en el que la voz se ausentó el hombre que la enamoraba la asesinó a puñaladas en el Barrio del Alto de El Ticuí. “Si no eres mía, no serás de nadie”, le dijo en el momento que le clavaba las puñaladas.
En el velorio, los que estaban presentes, sintieron la llegada y escucharon la Voz que juró vengar la muerte de María. Posteriormente el asesino murió hecho pedazos, sólo llegó la cabeza en el caballo, los demás miembros quedaron regados por el camino. Tal vez el caballo enloqueció, explicaron los vecinos. Aunque todos quedaron convencidos calladamente que fue la Voz quien vengó a María.
Este episodio de la vida cotidiana de El Ticuí, le fue contado a Juan de la Cabada, por la luchadora social Benita Galeana Lacunza, este escritor campechano hizo un cuento y más tarde un guión de cine que se hizo película y se llamó María la Voz.
Este filme fue dirigido por Julio Bracho en 1955. Presenta a  una María huérfana de madre, quien vive con su tía en un pueblo del Istmo de Tehuantepec, en donde se dedica a vender flores en la estación de ferrocarril. Las otras vendedoras la envidian y dicen que está embrujada porque habla con una voz que no es la suya y sin mover los labios.
Aunque la película está ambientada en Oaxaca se mencionan los pueblos de San Jerónimo, Atoyac y El Ticuí, incluso la escenografía se asemeja a las ruinas de la vieja fábrica de hilados y tejidos, el reparto estuvo integrado por Marisa Belli, Miguel Inclán, Rosenda Monteros y Víctor Manuel Mendoza.
De los tiempos de María La Voz sólo queda el recuerdo entre los más viejos. Cuando la veían caminar hacia el canal de la fábrica en donde lavaba su ropa y de las muchas personas que llegaban de pueblos vecinos y lejanos a preguntarle por sus animales o prendas perdidas. “Ella no era como los charlatanes de ahora, siempre decía la verdad,  la voz ronca le salía de la barriga”, así se recuerda a María La Voz, y el cuento de Juan de la Cabada con ese título sigue siendo apasionante y habrá que volverlo a leer.